PINTURA, ¡Y PUNTO!



I.- El 2011 podría ser recordado como el año del deshielo.

Durante los últimos 20 años, las instituciones culturales marginaron al ejercicio pictórico y la pintura fue vista como un anacronismo. Durante este año la postura institucional ha tenido sus modulaciones como si una especie de glasnost soplara en el ambiente pero todavía como un rumor. Las bodegas de los recintos oficiales acortan el secuestro de los cuadros y el pudor oficial contra la pintura empieza a reblandecer. La crítica de arte, en las principales columnas de circulación nacional, ha intercambiado debates en torno a los eventos que ha involucrado a la pintura, aunque el supuesto “regreso” no ha adquirido la dimensión de un fenómeno para la crítica. Mientras tanto, el optimismo de los pintores es razonablemente conservador. Si la pintura regresa, lo importante es preguntarnos ¿en qué condiciones?

II.- Es en el año de 2011 en el que se presenta esta exposición con pintores nacidos entre el 74 y el 88, lo que significa que estos 23 artistas nacieron y crecieron entre los escombros de la economía mexicana, la sistemática degradación del aparato político y otros tantos desastres simultáneos. Sus estudios y carreras de artistas se iniciaron precisamente cuando el sueño de la globalización cultural se encontraba en su mayor apogeo.

Este ejercicio de perseverancia, convicción y sobrevivencia, le debe a la década de los 90 y a la lamentable secuela artística que siguió de ello, que el pintor actual no tenga la fantasía del gran mercado del arte ni la celebridad en los grandes escenarios del gran teatro cultural.

A todos los miembros de esta exposición salvo a una de los integrantes, propuesta por la Fundación Sebastián, los conocí en las aulas de la Escuela Nacional Artes Plásticas y la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”, y tuve el honor de ver nacer sus proyectos artísticos desde 1996 que comencé a impartir la clase de pintura.

III.- Las piezas que vemos en este momento, surgieron primeramente como investigaciones que interrogaban el lenguaje pictórico.

Esta muestra prescinde del concepto de “curaduría” y la selección de las piezas estuvo a cargo de cada autor, considerando que es el pintor y nadie más el que tiene la soberanía absoluta sobre su trabajo, y que son las instituciones las que deben plegarse a su producción.

Aquí no hay ninguna intención de representar una temática en particular, una noticia o la ilustración de algún concepto de lo “contemporáneo”. El espectador puede transitar libremente por estas piezas cuyo propósito en común es pintura y punto.



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